jueves, 25 de marzo de 2010

Ni perdón ni olvido


Si las declaraciones estúpidas, retrógradas, homofóbicas, misóginas, ignorantes e intolerantes que emiten diariamente los jerarcas de la Iglesia Católica me generan molestia e indignación, las notas acerca de las redes de complicidad de El Vaticano que protegen a sacerdote pederastas, me provocan un asco que, literalmente, no puedo expresar con palabras. No es la primera vez que se da a conocer una nota de esta naturaleza. Hace sólo unas cuantas semanas el señor representante de Dios en la tierra, Benedicto XVI, y la Iglesia Católica Irlandesa tuvieron que pedir perdón públicamente por los actos pederastas cometidos por un sacerdote irlandés. Todos lo sabían, nadie hizo nada al respecto. Hoy La Jornada publicó el espeluznante caso de un religioso estadounidense que abusó de más de 200 niños sordos (horrible, absolutamente horrible). El Vaticano lo sabía y ¿qué se le hizo a este hombre? se le sugirió que, debido a su avanzada edad, aceptara “la responsabilidad de la gravedad de sus actos” y se retirara de la vida pública. Lo que nos permite concluir que, hablando en “lenguaje eclesiástico”, si creemos que México es el algo así como el cielo de la impunidad… entonces El Vaticano debe der ser algo así como su maldito paraíso terrenal.


Si de impunidad hablamos, el famoso padre Maciel, se encuentra al nivel de las dos fichitas que les mencioné anteriormente. Gracias a su poder político y económico no sólo boicoteó a los medios que intentaron publicar las primeras notas acerca de sus actividades ilícitas (denuncias que se venían gestando desde finales de los años noventa), sino que consiguió que El Vaticano cerrara su archivo y que figuras de altísima calidad moral en nuestro país como Norberto Rivera y Onécimo Cépeda salieran en su defensa y que señalaran (como bien es su costumbre) a quienes interpusieron la denuncia y a quienes intentaron publicarlas como enemigos de la Iglesia que intentaban ensuciar su buen nombre. El caso del señor Maciel es el ejemplo más claro de como en la religión Católica, al igual que en el siglo XII, se puede perdonar absolutamente todo con una buena tajada de recursos. Una verdadera vergüenza.


Lo más aterrador de todo esto es que tanto el irlandés, como el gringo, como Maciel, murieron de viejos, libres y sin recibir el castigo terrenal que, por la gravedad de sus delitos, merecían. El castigo “divino” o sus “sentimientos de culpa” (que no creo que los tuvieran, honestamente), al menos para mí, no son suficientes. Ellos están muertos (al igual que su “cómplice” Juan Pablo II), sin embargo, si El Vaticano tuviese un ápice de calidad moral (que evidentemente no la tiene) no sólo pediría perdón, sino entregaría a las autoridades a los cómplices de estos delincuentes. Evidentemente esto no va a pasar ya que este cochinero involucra a figuras de la talla de Ratzinger, Sean Brady (el actual obispo de Irlanda) y nuestro querido Norberto Rivera.


Esta vergonzosa situación no sólo para los católicos, sino para todo el género humano, no puede ni debe seguir pasando. Tenemos que exigir a nuestras autoridades que dejen caer todo el peso de la ley sobre las personas que cometan esta clase de delitos (sin importar su actividad laboral ya que eso es la religión, simplemente una actividad laboral más) y como católicos tenemos que exigirle a la Iglesia Católica que entregue a estas personas y a sus cómplices. Porque, si nos ponemos a pensar, la Iglesia Católica nos “exige” muchas cosas: nos exige dinero para el sustento de sus misiones “evangelizadoras”, nos exige una vida de represión si es que queremos acceder al cielo, nos exige sumisión, nos exige “evangelizar” a todo aquel que piensa diferente, nos exige juzgar a las mujeres que cometen abortos, nos exigen votar por el partido que tiene “el color del cielo”, nos exige creer ciegamente en dogmas y paradigmas obsoletos… y hasta tienen el descaro de “exigirnos” compasión para una institución que durante siglos no se ha tentado el corazón para señalar, perseguir, atacar, torturar y desaparecer personas con tal de proteger sus intereses políticos y económicos… una institución conformada por “humanos” (porque cuando les conviene sí son humanos) que basa gran parte de su poderío en fomentar la prevalencia de fanatismos exacerbados y en mantener a la gente atemorizada, pobre e ignorante… una institución que ha expulsado o exterminado a cualquier movimiento en su interior que proponga reformas o cambio… una institución que se escuda en su divinidad para alardear de su superioridad y en su humanidad para justificar sus errores… pues, señores sacerdotes, si su “institución” es tan humana, entonces que se someta a las reglas humanas… creo que al menos esto sí se los podemos exigir… Buenas noches y buena suerte…

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