miércoles, 9 de junio de 2010

La encrucijada

Amiguita Dali, aquí está el cuento, te quiero:

El león nuevamente no sabe qué rumbo seguir. Se detiene frente una encrucijada. Las posibilidades, al igual que al inicio del trayecto, son múltiples. Tras largo tiempo de caminar sin detenerse, nuevamente debe descansar para definir de manera correcta el resto de su trayecto. Se tira en el piso. Reflexiona. Se lame las patas y las garras. Las garras se encuentran desgastadas y siente, tristemente, como su cuerpo ya no es el mismo de cuando inició su camino. Ha ganado peso, ha perdido la inocencia que lo caracterizaba dentro de su manada y sus inseguridades y sus miedos se han incrementado… ahora conoce más… más de la bondad, la maldad, la belleza, la tristeza, la soledad, la felicidad… en fin, conoce más de la selva. La encrucijada le brinda la oportunidad de detenerse y darse un respiro de todo esto, la posibilidad de reflexionar acerca el camino recorrido y de observar y analizar los diferentes senderos que se encuentran frente a él…

Detenerse es necesario para el joven león ya que, después de todo, es un ser reflexivo y poco intempestivo. Cree firmemente en el destino y sabe que, en este preciso instante, debe detenerse un momento, evaluarse a sí mismo. La necesidad de detenerse antes de tomar una decisión importante la heredó de su padre; la fuerza para seguir adelante tras elegir el camino a seguir, indudablemente, la sacó de su guerrera madre. El león tiene una gran ventaja: es sumamente realista. Se conoce lo suficiente para aceptar sus limitaciones y no busca ni aventuras imposibles, ni enfrentamientos que no lo llevarán a ninguna parte. Él sabe que no podría lanzarse del barranco, ni proseguir su trayecto por agua... El pragmático león elegirá entre las posibilidades que su preparación y su propia naturaleza le permitan enfrentar.

De los cuatro caminos posibles, aún no sabe cuál habrá de tomar. Recuerda a su manada… tal vez ahí esté la clave para determinar el camino correcto a seguir. La clave podría estar ahí ya que, después de todo, ha llegado hasta aquí a base de corazonadas, escuchando y analizando sus demonios actuales y pasados. Sin embargo, en este momento pensar en la manada no parece ser una opción viable. Se encuentra muy lejos de ella y todo lo que en el pasado le enseñaron, a pesar de que le ha sido muy útil para sobrevivir durante estos años, no le servirá mucho para tomar esta decisión. Él lo sabe. Esta vez, al igual que en los últimos años, se encuentra completamente solo. Sin embargo, sabe que el mundo es cíclico y que, frente a cada decisión importante, debe volver sus ojos al pasado. Ahí están todas las respuestas. Ahí han estado siempre todas las respuestas.

Si no está en el origen, la respuesta debe estar en el camino. Se pone a analizar su trayecto. Ha sido difícil sin duda, lejos de lo que conoce y domina, repleto de constantes retos que le han obligado a reflexionar y a crecer de manera mucho más rápida que a los demás miembros de su manada. A veces los extraña, pero él sabe lo importante que es seguir cumpliendo con su destino. Está convencido de que, hasta ahora, ha sabido tomar las decisiones correctas, por lo que, para seguir adelante, debe recordar lo que ha vivido en el camino, qué fue lo que le dijeron quienes lo han acompañado, cómo influyeron para que él haya llegado hasta este punto. También debe recordar los acontecimientos… las veredas por las que atravesó, sus peligros, la manera en la que superó los obstáculos…

Esta reflexión le permite concluir que, debido al material con el que están construidas sus garras, no debe tomar el primer sendero que, aunque muy bello, se encuentra plagado de esas piedras que tanto pueden dañárselas. Es un buen sendero, sin embargo, sabe que no es para él. El segundo tampoco es una buena opción, no conoce ni domina el terreno y, sin una orientación constante, fácilmente se podría perder, como le ha ocurrido en otras ocasiones. A pesar de que está cansado, quedarse inmóvil tampoco es una posibilidad… ha caminado tanto que el rendirse ahora, simplemente no parece ser una opción viable. Existen otros dos caminos, ambos son posibles y bellos, y el león no sabe por cuál de estos decidirse. Uno de ellos está rodeado de árboles frutales. Él conoce de árboles frutales. Durante uno de sus trayectos atravesó una pradera repleta de ellos. Reconoce una señal. Observa más de cerca el camino… se ve largo y complicado, sin embargo, es montañoso y él domina los terrenos montañosos. Adicionalmente, los árboles frutales le permitirán conseguir alimento. Decide irse por este camino. Nuevamente su pasado y su fe en el destino, le han ayudado a delimitar su futuro.

Existe una diferencia trascendental con respecto al resto de las encrucijadas a las que se ha enfrentado a lo largo de su vida: esta vez existe la posibilidad de ser acompañado por un guía. Al león esto le genera un tanto de confusión ya que, a pesar de que se ha topado con muchos seres a lo largo de su trayecto que lo han apoyado e impulsado, nunca ha tenido a alguien que lo acompañe en su camino. Es un ser un tanto solitario, sin embargo, sabe que necesita este guía ya que, aunque tenga conocimientos previos a lo largo de su viaje, el camino que observa delante es sinuoso y desconocido.

Más animales a su alrededor, provenientes de diferentes latitudes y de diversas manadas, llegan a la misma encrucijada, eligen a su guía y emprenden su camino. El león no quiere quedarse atrás y observa fijamente a los potenciales guías. Hay chimpancés que podrían serle muy útiles para conseguir los frutos, leopardos que con su velocidad le permitirán llegar sumamente rápido al final del camino y perezosos que con facilidad podrían sentarse en su lomo sin representar mayor carga o peso para el trayecto. Sin embargo, él no quiere eso. Él quiere un guía al que le tenga plena confianza, al que le pueda externar sus miedos, sus preocupaciones… ya que, aunque no lo exprese mucho, el león es profundamente tímido y le aterroriza la posibilidad de fracasar en su misión y de externar sus múltiples debilidades.

Una leona inmediatamente le da confianza. Algo de esta leona le recuerda a su madre. Sí… es una guerrera como ella. Podría llevar, al igual que se madre, a toda su manada a cuestas. El joven león ha vivido rodeado de leonas fuertes. Y no sólo de leonas, sino de tigresas, simias, elefantas y yeguas que son verdaderas guerreras. Tiene plena confianza en ellas, cree en su inacabable fuerza física y mental. Esta leona tiene eso, es de esa estirpe de grandes hembras que, cuando se lo proponen, pueden sacar al mundo entero adelante. Tímidamente el león se acerca y le solicita su apoyo. Ella, muy amablemente, acepta. Deberá luchar, le advierte, ya que ella no se detiene. El león, un tanto temeroso e intimidado, acepta.

Con guía y el camino decidido, el león comienza el trayecto. No sabe si, como oye de muchos de los demás animales, es la última parte del camino, si es un segmento más de lo que ya se ha enfrentado, o si es el comienzo de una aventura aún más grande. Eso a él no le importa mucho. El destino será el que determine qué parte de su vida determine este curioso sendero. A él sólo le queda seguir luchando. El resto será su destino enfrentarlo…

4 comentarios:

  1. Leoncito qué bueno que tu manada te dejó partir, me encantó!, el final es simplemente inspirador, me cautivó!

    ResponderEliminar
  2. Muuuy inspirador. Veremos a donde lo lleva el camino que eligió, lo importante es qeu haga de él algo que valga la pena vivir. :)

    ResponderEliminar
  3. era broma eso de que lo publicaras... jajaja... no es cierto, si esta llegador, barbero pero llegador

    ResponderEliminar
  4. me encantó lo de la leona guerrera, y el mensaje del cuento, simplemente mucho que reflexionar!! un abrazo Jaime!!!

    ResponderEliminar