lunes, 24 de agosto de 2009

Visita a De Lempicka




El domingo fue un día de arte. Sí, después de pasar mi sábado enfrentándome a un examen de francés del que no recordaba existencia y a los múltiples problemas médicos que sólo la dulzura característica del Dr. House puede resolver, el domingo decidí hacer algo por mi yo interno curioso y deseoso de aprender cosas nuevas y acudí al Centro Histórico de nuestra ciudad a ver unas cuantas –de las muchas que existen actualmente- exhibiciones de arte. Como mi tiempo no era mucho (además comencé mi recorrido a partir de la 1:30 porque antes tuve el bautizo de la pequeña Luciana) únicamente pude recorrer tres, sin embargo, la belleza y la calidad de ellas fueron suficiente para satisfacer mi insaciable necesidad de novedosas y diversas experiencias dominicales.

La primera a la que asistí fue la exhibición de la pintora polaca –nacida en Varsovia a finales del siglo XIX- Tamara de Lempicka en el Palacio de Bellas Artes. De Lempicka es una célebre artista, famosa no sólo por la calidad de su obra sino por su “glamourosa” (palabra terriblemente pretenciosa y que evito usar a toda costa pero que en este caso considero necesaria) y controvertida vida. Criada entre las cortes de la Rusia zarista de principios del siglo XX –a las que tuvo que abandonar tras el triunfo de la revolución bolchevique- y fallecida a tan sólo unos cuantos kilómetros de la ciudad de México -concretamente en la ciudad de Cuernavaca- la obra de Tamara es un ejemplo clásico de la calidad del arte producido en Europa durante los llamados “gloriosos” o “alocados” veinte (periodo que comprende desde el fin de la Primera Guerra Mundial hasta el inicio de la depresión económica de 1929). Las pinturas de De Lempicka son conocidas por la belleza de sus retratos femeninos y por la innegable particularidad de su estilo (estilo que se puede ubicar como parte de la corriente artística llamada art deco).


Con relación a su vida personal De Lempicka se relacionó de manera muy cercana con las élites artísticas tanto parisinas (donde frecuentaba los mismos cafés que artistas como Chagall y Modigliani) como estadounidenses (donde trabajó con artistas del tamaño de De Koning y Georgia O’Keefe), fue favorita de los principales fotógrafos a nivel mundial (demostrado en las fotografías que tiene la exhibición, las cuáles inmediatamente nos recuerdan a una Pola Negri o a una Greta Garbo) y se casó dos veces con miembros de la alta sociedad europea (el segundo de sus matrimonios fue muy controvertido ya que al parecer el hombre era abiertamente bisexual) dando mucho material a la siempre efectiva prensa del corazón y generando mucho trabajo entre quienes gustan de clasificar y archivar todos y cada uno de los pasos que dan los ricos y famosos (extraños grupos que existen prácticamente en todos los rincones del planeta Tierra).


Como es muy aburrido chismear sobre lo que ya todo el mundo sabe (digo al menos si vas a invertir tanto tiempo en eso que sean puras novedades ¿no?) me limitaré a hablar de su obra. En lo personal destaco dos de sus obras expuestas en la exhibición: “Retrato de una chica joven en un vestido verde” y “Autorretrato en el Bugatti verde”. Considero que ambas son un perfecto ejemplo de la calidad de la obra de la pintora, de su innegable y único estilo y de las tonalidades y matices que destacan en muchos de sus cuadros. Sin embargo, hay otro elemento a destacar en los cuadros que mencioné anteriormente. Las protagonistas de ambas imágenes no son sumisas ni débiles, sino pertenecientes a una nueva generación de mujeres fuertes surgidas tras el fin de la Primera Guerra Mundial –e identificadas posteriormente en el cine con la figura de la llamada femme fatale- dispuestas a utilizar todos los medios (incluido el sexo) para lograr sus objetivos. Su obra refleja el cambio en el rol que tenía hasta este momento la mujer y no sólo esto, sino que es un espejo de los tiempos cambiantes que le tocaron vivir a la bella pintora.


Tanto por su calidad como por su temática, la obra de Tamara sigue estando vigente hoy en día. La fortaleza y belleza de sus cuadros nos remontan a una época de efervescencia política, económica, artística y cultural en Europa que nos ha legado muchísimo material para estudiar y admirar. Como mi pequeño y modesto tributo a la artista polaca les muestro dos imágenes –las que mencioné anteriormente- que desde mi perspectiva reflejan la calidad y belleza de su obra y los invito a que le regalen unos minutos (o quizás horas si son muy intenso en las exhibiciones de artes) a la señora De Lempicka para que enriquezca sus sentidos y su cultura. Buenas noches y buena suerte (jajaja siempre quise decir eso…)






2 comentarios:

  1. :) tenia pensado ir a la exposicion, pero ahora lo hare con mas interes... Gracias por los pequeños chismes que le dan sabor a la historia...

    ResponderEliminar
  2. Amigooo...tu si que ya eres todo un escritor jeje, que bueno que te inspires, la verdad está muy buena tu síntesis. gracias. Buenas noches y buena suerte!!!(para que veas que si puse atención a lo que quieres decir).

    ResponderEliminar