domingo, 4 de octubre de 2009

Reuniones familiares


Las reuniones familiares tienen la magia de hacernos sentir mil y una sensaciones diferentes. Desde la clásica emoción inicial y la terrible nostalgia final, hasta los momentos de silencio incómodo ante preguntas indiscretas y la soledad de saber que la mayor parte de esas personas no tiene la menor idea de quién eres tú, cuál es tu forma de ver la vida, tus ambiciones internas y, lo peor del caso, es que ni siquiera les interesa. Sin embargo, estas personas son a las que comúnmente conocemos como familia. No me refiero a la familia nuclear, sino al arsenal de tíos, primos, tíos abuelos, primos segundos, novios de tus primas, etc., seres lejanos a los cuales te enfrentas cada vez que tienes que asistir a este tipo de reuniones familiares.


Es evidente que compartes con ellos un origen común, recuerdos comunes, visiones del mundo –aunque a veces no nos guste mucho- similares y, en el momento de la reunión, un momento común en el espacio. A pesar de estas similitudes, la gran mayoría de ellos son completos desconocidos para nosotros. Conocemos su faceta social, y no la social concurrente, sino únicamente una faceta social, que puede ser perfectamente interpretable, una o dos veces al año. Disfrutamos hablar con ellos de cuestiones meramente banales o de recuerdos que, de alguna u otra manera, nos hacen sentir que no somos tan lejanos, que no somos tan distintos, que no ha pasado tanto el tiempo o que hay un genuino interés mutuo de ambas partes. Las reuniones familiares son reuniones de desconocidos que, por unos cuantos minutos, se esfuerzan por fingir que no son desconocidos.


Es una dinámica esquizofrénica, pero necesaria, en sociedades como la nuestra, con un futuro terriblemente sombrío y desconcertante, en las que, la mayor parte de las veces, si queremos ver un mejor panorama, preferimos voltear al pasado. Un pasado donde los recuerdos de comidas, bodas, bautizos y quince años, muchas veces representan momentos de efímera felicidad, que fervientemente deseamos repetir ante los sinsabores y desaires de la vida cotidiana. De alguna manera, estos desconocidos forman parte de estos momentos de fugaz alegría, por lo que no queremos que dejen de ser desconocidos, no queremos que nos arruinen nuestros recuerdos de opio. Por esta razón todas las reuniones terminan en promesas de verse o de llamarse pronto siendo que, en la mayoría de los casos, todos sabemos que no será así.


En lo personal no me molesta ir a este tipo de eventos. A pesar de la nostalgia que siento al momento en que terminan (en especial porque sé que después regresaré a mi rutinaria dinámica) los considero respiros necesarios para seguir adelante. Disfruto pasar unos minutos con esos desconocidos y me fascina el hecho de que sigan siendo desconocidos. No los quiero conocer más, no quiero que entren más, no quiero conocer sus debilidades ni sus frustraciones ni que conozcan las mías, quiero seguirlos viendo como seres felices, con vidas perfectas y vestidos de manera perfecta. Finalmente me hacen imaginar que tal vez, en este mundo de dificultades, hay personas, que de alguna manera son cercanas a mí y que, por unos instantes, son plenamente felices. Buenas noches y buena suerte.

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo contigo primo. Aunque eres una excepcion a la regla, me encantaría conocerte más.

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