viernes, 27 de noviembre de 2009

Intolerancia


En 1915 el cineasta estadounidense David Wark Griffith (conocido comúnmente como D. W. Griffith) dirigió una de las películas más aclamadas, criticadas y controvertidas no sólo del cine hollywoodense, sino de la toda la historia de la cinematografía mundial: “El nacimiento de una nación”. A pesar de la calidad de la realización, del guión, de las actuaciones, de la dirección y del hecho que en su momento fue un gran éxito en taquilla, esta historia –acerca de la Guerra de Secesión y de los primeros años de independencia de Estados Unidos- fue ampliamente criticada por amplios sectores de la opinión pública estadounidense –y mundial, cuando su distribución sobrepasó las fronteras norteamericanas- debido a sus innegables tintes racistas. En la cinta se justifica la creación del aterrador Ku Klux Klan como una reacción ante la “barbarie” y los “excesos” que cometían los recién emancipados negros en los últimos decenios del siglo XIX. El discurso racista de la cinta llega a tales niveles al final de la película, que incluso la organización se convierte en la gran “salvadora” de la historia, cuando rescata a dos mujeres de la locura de un hombre de raza negra. Vale la pena agregar que, además del humillante guión, los negros de la cinta salen ridículamente caracterizados ya que, como evidentemente muy pocos aceptaron participar en ella, la mayor parte de los actores que los representaban eran blancos con la cara pintada.


Evidentemente esto genero una reacción de importantes segmentos de la opinión pública estadounidense. Griffith, tratando de expiar un poco sus culpas y respondiendo a las justificadas críticas que sufrió su película anterior, un año después filmó otra cinta a la que tituló, en respuesta a los ataques recibidos, “Intolerancia”. A pesar de la calidad de “El nacimiento de una nación” (ya que, a pesar de que no comulgo en nada con las posturas políticas que maneja, sí debo reconocer que en cuestiones meramente técnicas y artísticas es una gran película), “Intolerancia” es, desde mi perspectiva personal, mucho mejor cinta que su predecesora (y no por cuestiones meramente moralistas, sino porque en verdad está excelentemente bien hecha). La cinta narra cuatro historias de amor ocurridas en diferentes momentos históricos en los que prevalece, tal y como el nombre de la cinta lo indica, la intolerancia. El director creó impresionantes montajes para recrear una Babilonia a punto de ser invadida por los persas, una Palestina del siglo 30 en la cual se juzga y ataca a un hombre por argumentar ser el hijo de Dios, a una Francia en donde los Medici utilizan pretextos religiosos para acabar con sus enemigos políticos protestantes (en la llamada Masacre de los hugonotes o de San Bartolomé) y a un Estados Unidos inmerso en cruentas luchas por defender los derechos sindicales a principios del siglo XX, con el objetivo de dejar en claro una cosa: la intolerancia ha estado presente de manera constante a lo largo de la historia humana.


A pesar de sus buenas intenciones y de la calidad de su trabajo, el intento de reivindicación moral de Griffith fue un estrepitoso fracaso en taquilla. Contrario al éxito que tuvo “El nacimiento de una nación”, “Intolerancia” fue atacada por todos los frentes posibles. No sólo los críticos y el público rechazaron el nuevo trabajo del director, sino que incluso la coyuntura internacional de 1916 –en medio de la Primera Guerra Mundial- no ayudó en nada al éxito de la cinta. No fue sino hasta años después, cuando la cinta fue redescubierta, que pudo ocupar el lugar que merece en la cinematografía mundial y, afortunadamente, el día de hoy es bastante sencillo que el espectador pueda apreciar esta obra de arte del cine estadounidense. Lo que quiero rescatar hoy de la cinta es precisamente su título: “Intolerancia” y hacer hincapié en el mensaje de Griffith: la intolerancia ha estado presente, de manera constante, en la historia del género humano.


Desafortunadamente el mensaje de Griffith sigue estando igual de vigente hoy en día y a lo más que hemos llegado, en el mejor de los casos, es a cambiar los receptores de esta intolerancia. En los gloriosos Estados Unidos de América actualmente ya no son los “salvajes” negros ni los “come niños” comunistas los que atentan contra los valores americanos, sino los “belicosos”, “represores” y “terroristas” musulmanes; en Europa la amenaza ya no son los hugonotes, los protestantes o los rusos, sino los migrantes latinoamericanos, árabes y africanos; en la región de Medio Oriente el enemigo ya no es sólo el atacante, sino todo aquel que pueda tener visiones religiosas diferentes a la mía… en fin, una infinidad de ejemplos que nos demuestran que la intolerancia no se ha ido, sino que simplemente sus armas apuntan hacia otra dirección.


Nuestro país no es la excepción. Discusiones que se han gestado en los últimos meses, y en particular la cuestión de la penalización-despenalización del aborto, son ejemplo de la intolerancia que actualmente impera, y que desgraciadamente sigue extendiéndose, a lo largo de nuestro territorio. En lo personal, a pesar de que me parece aterrador que se condene a una mujer por tomar una decisión que le cuesta –literalmente- sangre, sudor y lágrimas, no pretendo imponer mi forma de pensar sobre todos los demás (ya que considero que cada quien tiene derecho de tener los valores morales que mejor considere prudentes), sin embargo, lo que no puedo aceptar ni tolerar es que el estado mexicano y los legisladores, quienes supuestamente tiene la obligación de defender y proteger a todos sus ciudadanos, sobrepongan sus dictados de conciencia (o los de una clase), a la salud y el bienestar general de la población que los colocó en esos puestos. Como consecuencia de este “moralismo”, en este mismo momento hay mujeres que están sufriendo dolores terribles o se están muriendo consecuencia de abortos mal practicados. Hoy en día, en 18 estados de la República Mexicana, la ley permite penalizar a las mujeres en caso de aborto... En México, la premisa de Griffith se sigue comprobando y, tristemente, como en el caso del apartheid sudafricano, la intolerancia se ha plasmado en la legislación. Buenas noches y buena suerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario