domingo, 9 de mayo de 2010

Fútbol y yo


No puedo negar que nunca me ha gustado el fútbol. En mi primaria, mi secundaria y mi prepa los miembros del equipo de fútbol eran pseudo-dioses que recibían todo tipo de privilegios (no sólo estaban un estrato social arriba del resto de todos los mortales, sino que incluso se les otorgaban concesiones en otros aspectos) tan sólo por ser los representantes de la escuela en este popular deporte. Dentro del microcosmos marista, jugar fútbol era cuestión de status. Mi primaria estaba todo el tiempo rodeada de balones y el gran evento de cada día era cuando el director salía y pateaba uno de ellos hacia el cielo. Los niños, las maestras, los intendentes, todos salían para ver como el balón caía en algún lugar del enorme patio de recreo. No tiene nada de sentido, pero era una extraña costumbre que nos unía a todos como comunidad escolar. Como en mi infancia era un niño lento y regordete que le tenía miedo a los balones, evidentemente esta “tradición” no sólo me parecía anormal, sino que incluso me daba un poco de miedo. En ese mundo no compartir una exacerbada pasión hacia el fútbol te hacía sentirte excluido. Yo me sentía excluido.

En mi casa las cosas no eran diferentes. Los primos con los que convivía regularmente amaban jugar al fútbol (Pipis y Towi jajaja gracias a Dios creo que también a ellos se les redujo bastante su amor hacia este deporte) y en mi familia nuclear era de ley que cada domingo nos sentáramos a ver la lenta y monótona evolución de la “liguilla” mexicana. Siempre eran los mismos equipos y el 90% de los partidos eran estúpidamente aburridos. Aún así mi mamá gritaba eufóricamente y mi papá se sentaba religiosamente a verlos. Para mí era una brutal pérdida de tiempo. A mi hermano le gustaba un poco más el fútbol, pero creo que ninguno de los dos heredamos ni remotamente los “genes” de amor hacia este popular deporte. Hoy en día, sólo mi padre lo ve. Mi mamá está o muy ocupada o muy cansada para perder su tiempo viendo como todos empatan o ganan por un triste gol que no sirve para justificar las dos horas que se pasó sentada viéndolo y a Alex simplemente no le importa. Me agrada que mi papá lo siga haciendo. Me hace sentir que hay cosas que no cambiarán nunca. Me hace sentir niño otra vez. Ahora que vivo lejos, una de las cosas que más disfruto cuando voy a visitarlo es sentarme y verlo disfrutar de los partidos. Sigo odiando el fútbol, pero debo reconocer que amo profundamente ver como a él lo hace feliz.

Así que, aunque odie el fútbol, la realidad es que en México no sólo mi núcleo familiar, sino la sociedad en general, están inmersos en una dinámica fútbolera que nunca llegaré a comprender del todo. En la UNAM las alusiones a los partidos de los PUMAS son constantes y buena parte de la cultura popular es basa en saber quien fue o no fue seleccionado para representar a México en la Copa Libertadores o en la Copa del Mundo. La querella popular constantemente habla fútbol. Como yo hace siglos no me siento a ver un partido (la verdad ni los del Mundial me llaman mucho la atención y si me llegase a reunir a ver algunos de ellos creo que mi atención estará más centrada en la comida y las cervezas que en la evolución del juego en sí…) me sigo sintiendo excluido de buena parte de las conversaciones que se refieren al tema pero, a estas alturas del “partido”, eso francamente me importa un reverendo cacahuate. Mínimo tengo nociones básicas. Sé que las Chivas no son sólo animalitos y que Cuauhtémoc no fue sólo un tlatoani mexica. Para mí, eso es más que suficiente. Hace unos meses me invitaron a formar parte de un equipo de fútbol. Acepté. Contrario a lo que cualquiera hubiese creído, no me la pasé tan mal. Fue un gran reto personal y descubrí que, con las personas adecuadas, puede ser un deporte incluso divertido. Sigo convencido de que el fútbol nunca será algo que disfrute, sin embargo, fue una experiencia que sí ayudó mucho a disminuir mi animadversión… Supongo que, como esposa resignada, ya acepté que si pienso vivir en México tendré que convivir el resto de mi vida con él… Que más me queda… Buenas noches y buena suerte…

1 comentario:

  1. a pesar de eso me caes re bien... por cierto, felicidades por el necaxa.. jajaja

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