sábado, 1 de mayo de 2010

Vacaciones


La verdad es que hoy me siento fundido y no tengo muchas ganas de escribir sobre nada. Me duele el estómago, tengo tres aftas juntas, inflamada la muela del juicio y estoy sumamente débil y cansado. No sé qué me pasa. Me siento viejo, cansado. Tal vez necesite unas vacaciones. O dejarme de quejar tanto. Soy bastante quejumbroso, mucha gente trabaja más que yo, estudia más que yo y de alguna manera saca las cosas adelante. Pero bueno, quejarse es uno de los pocos placeres que nos da la vida moderna. Aunque, pensándolo bien, sí quiero vacaciones.

Me gustaría ir a la playa. Hace más de ocho años que no voy a la playa. La última vez que me metí al mar, pisé una mantarraya. Fue un viaje caótico. Una amiga de mi mamá llegó (vive en Querétaro) y de la nada nos invitó a pasar el Año Nuevo a mi hermano y a mí como “damos de compañía” de su hijo. El viaje era a Nuevo Vallarta. Mala decisión señora. El primer día los niños Vigna comimos algo que nos hizo mal. Vomité toda la noche como la niña del exorcista y mi hermano casi se muere de la indigestión. Alex creo que terminó hasta en una clínica. Luego me dio una gripa brutal y me salió una erupción horrible en los pies. La solución de la señora para curar mi erupción fue que metiera los pies en la “mágica” agua de mar que “todo cura” (lo que quería decir ¡no quiero gastar más en estos delicados niños!). Efectivamente metí los pies y ¡sorpresa!... pisé la cola de una mantarraya. No quería decirle a la señora, ya que me daba muchísima después de todo lo que había pasado, así que corrí a una tiendita a que me atendieran la herida. Alarmados, los de la tiendita le avisaron a la señora. A la mujer casi le da un infarto. Creo que nunca más invitó a nadie a la playa. Adicionalmente debo reconocer que, cuando no estábamos moribundos, mi hermano y yo abandonábamos a su hijo y nos íbamos a leer o a pasear sin él. Fuimos los peores damos de compañía de la historia y, sin lugar a duda, creo que unos de los más costosos.

Sin embargo, esto no fue todo. De regreso en la carretera, se descompuso su camioneta. La pobre mujer, implícitamente atribuyéndonos su mala suerte, se deshizo de mi hermano y de mí. Nos montó en una camioneta de los ángeles verdes, los cuales nos llevaron a un pueblito rascuacho desde donde tomamos un pollero para llegar a Guadalajara. Mi hermano seguía muy enfermo y no podía llevarlo parado, así que nos sentamos al lado del baño. Error garrafal. El viaje duró como tres horas más de lo planeado y casi morimos de hacinamiento. El olor era nefasto. Esa fue la última vez que fui a la playa. Maldición tan sólo de recordar mis últimas vacaciones me siento mejor… Olvídalo Dios no quiero vacaciones… Buenas noches y buena suerte…

2 comentarios:

  1. Jaaaaaime, tu entrada me ha dejado una gran y profunda enseñanza.
    ¡Jamá saldré contigo de vacaciones! (y menos a la playa, qué miedo) jajajaja.
    No es cierto querido, te mando mil besos.

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  2. JAJAJA lOs recuerdo contandonos esa anecdota ... divertidisimo ,, pero que mujer ,, a quien se le ocurre escogerlos precisamente a uds para damos de compañia ..
    ya te exraño miko ... abrazos y a ver cuando salimos de vacaciones ;P

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