domingo, 11 de octubre de 2009

La natación...


El día de hoy tengo una gripe monumental. Espero en Dios que no sea ni la influenza porcina ni la HLNL de la Profesora, porque si sí es así, entonces estoy completamente jodido. Sin embargo, y a pesar de arsenal de mocos que hay dentro de mí, estoy aquí y voy a platicarles brevemente acerca de una de las actividades que durante años y años abarcó no sólo mis temáticas de conversación, mi tiempo y mis conocimientos, sino incluso mi guardarropa y hasta mi manera de ver el mundo: la natación.


Yo entré a nadar desde que era muy pequeño por dos razones: la primera es que mi mamá casi muere ahogada cuando tenía ocho años en la alberca de un hotel, por lo que desarrolló una fobia-trauma que se vio reflejada en la manera en que, desde pequeños, se nos obligó a mi hermano y a mí a aprender a nadar; la segunda es que yo era un niño regordete y mis padres siempre fueron fanáticos de empujarnos a llevar una vida integral (es decir, mi hermano y yo teníamos clases de deporte, de arte, de idiomas, etc.) por lo que me obligaban a realizar un deporte y, como siempre he tenido un poco de fobia a correr, a los balones y al trabajo en equipo, al parecer la natación era mi mejor opción. Y en verdad, así lo fue. Nunca tuve una gran habilidad para nadar, pero siempre fue ridículamente disciplinado, por lo que incluso en ciertos momentos, llegué a tener un nivel competitivo bastante aceptable (tanto así que años después, cuando ya incluso había dejado el equipo y únicamente me dedicaba a dar clases y a competir esporádicamente en la categoría de “masters”, uno de los profesores con más experiencia en la alberca donde estuve toda mi vida –en la Nelson Vargas de Aguascalientes- me puso como ejemplo en una de sus ponencias, lo que en verdad fue un gran orgullo para mí). Llegué a competir a nivel estatal, regional y nacional y, sin embargo, nunca pasé de ahí. No puedo presumir que la natación me dejó grandes medallas a nivel nacional o internacional o grandes satisfacciones en el ámbito deportivo (como muchos otros de mis compañeros del equipo que sí alcanzaron objetivos deportivos muy importantes), sin embargo, me dio muchísimo más… me dio otra familia, me dio fuerza, confianza, entereza, experiencias fabulosas y mucha disciplina.


Me dio otra familia porque mis compañeros de equipo no sólo eran mis amigos, sino que eran parte de mi núcleo familiar (los veía en la madrugada de 4 a 6 de la mañana, en la tarde de 3 a 6, sabados dos veces e incluso domingos). Me dio fuerza para soportar los entrenamientos; confianza en que podía salir adelante a pesar de la complejidad y dificultad cualquier tipo de situación (finalmente tenía que acabar ese maldito 1,500 o esos 10x200 de mariposa); entereza para aceptar las derrotas; experiencias de viajes, competencias, triunfos, lágrimas, miedos, compañerismo, etc. y mucha disciplina para asistir y sacar adelante cada entrenamiento. Me dio algunos de los recuerdos más hermosos que tengo de mi vida. Me dio un ambiente seguro al cual recurrir, el agua, y posteriormente mi primera experiencia laboral. En pocas palabras 10 años de mi vida están profundamente vinculados al agua y a la natación.


Como ya mencioné no sólo fui nadador, sino que por tres años y medio fui profesor de natación niños y bebés. Lo hice en dos periodos; un primero en Aguascalientes y un segundo en el Distrito Federal. En Aguascalientes cometí toda clase de errores y terminé siendo un profesor promedio, fue un gran proceso de ensayo-error que, afortunadamente, mis jefes, los papás de mis alumnos y ellos mismos toleraron. En el Distrito Federal consolidé el trabajo de dos años de enseñanza y casi 10 de alumno y terminé siendo un gran profesor (no es por ser presumido pero deberían haber visto nadar a mis alumnitos que tuve en la alberca de Del Valle). En este momento terminó la primera parte de mi ciclo en el agua. Le pagué un poco al agua todo lo que me había dado, inculcándole el amor, la disciplina y el respeto que siento hacia el agua, a los niños y bebés que llegaron a ser mis alumnos. Independientemente de todo lo que actualmente tengo y que agradezco a Dios todos los días de mi vida, sigo extrañando el cariño de mis alumnos, la relación con mis compañeros y, en especial, el sentir, vivir y escuchar al agua. Sin embargo, mi historia de amor con el agua no ha terminado... digamos que simplemente nos dimos un tiempo. Buenas noches y buena suerte.
PD: Una foto familiar... en una de nuestras competencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario