Matrimonio....

Matrimonio… ¿Cómo su simple mención puede cambiar toda la dinámica de una relación, de una familia o incluso el curso de la humanidad entera (y sí, no estoy exagerando, la sola mención de Enrique VIII de que quería casarse nuevamente generó una de las revoluciones ideológicas más importantes de toda la historia del pensamiento moderno occidental)? y sí... efectivamente esta palabra tiene esta clase de poder... Evidentemente no estoy diciendo que la palabra “matrimonio” sea lo que genere toda esta serie de cambios, sino que las implicaciones y la carga simbólica que el término tiene detrás son tales, que tienen el poder de cambiar por completo dinámicas de pareja, familiares y sociales.

Las razones que hacen que el hablar de “matrimonio” tenga esta clase de poder son muchas y muy variadas y, sin embargo, podemos destacar un factor determinante: junto al término vienen una serie de cuestionamientos, miedos, inseguridades, sueños y fantasmas del pasado que muchas veces adquieren un poder impresionante a la hora de tomar una decisión de esta naturaleza. Frente a este dilema los sentimientos encontrados comienzan agresivas pugnas entre sí… felicidad de saber que hay alguien que está dispuesto a pasar el resto de su vida a tu lado… miedo a equivocarse y a que tus sueños y aspiraciones personales se vean truncados frente a este nuevo proyecto… inseguridad sobre lo que pensaran familiares y amigos con respecto a tu decisión… ansiedad frente a las responsabilidades que un compromiso de este tamaño implica… desilusión al ver no sólo la cantidad de personas que fallan en el intento, sino la calidad de vida de aquellos que “lo logran”… en fin, una serie de cuestiones de las que, a lo mejor, ni siquiera se tenía plena conciencia antes que alguno de los dos mencionara el controvertido término. Sin embargo, no nos engañemos, si una pareja no sobrevive a este primer paso, no podrá hacerlo a los que vienen más adelante, es decir, poder hablar seriamente de “matrimonio” es el primer signo de que tienen la madurez suficiente para acompañarse, aunque sea momentáneamente, de manera formal en su camino.

Es necesario hacer la aclaración de que hoy en día no podemos limitar el triunfo en esta primera batalla únicamente a aquellos que se atreven a tratar el tema del matrimonio, ya que quienes deciden considerar la posibilidad de vivir juntos, igualmente asumen un compromiso personal, familiar y social para realizar todo lo que se encuentre a su alcance en aras de que la relación funcione. La posterior llevada a la práctica de un compromiso de esta naturaleza es, desde mi perspectiva, el mayor símbolo de valentía y inocencia que podemos tener los seres humanos. Precisamente por esto considero que, en mayor cantidad, los jóvenes son quienes asumen este tipo de retos, ya que finalmente alguien que conoce el mundo, las relaciones personales y a los seres humanos sabe que el mantener a flote algo tan frágil y endeble no sólo es una tarea titánicamente difícil, sino que muchas veces los efímeros momentos de felicidad no compensan las largas horas de dolor, frustración y lágrimas que implica el estar inmerso en una relación de manera formal.

Por esta razón las parejas que se casan o deciden irse a vivir juntos hoy en día tienen todo mi respeto y mi admiración ya que, en una sociedad donde implícitamente se premia al más listo y al que mejor utiliza a los demás de acuerdo a su conveniencia, el atreverse a reconocer frente al mundo su responsabilidad y el asumir un compromiso de esta naturaleza con la persona se encuentra acompañándote, es un acto simple y sencillamente invaluable. Su servidor espera algún día tener la suficiente valentía para dar este paso y la suficiente inocencia para soñar que, en mi caso, todo va a ser diferente. Buenas noches y buena suerte.

PD: Felicidades a mi primo Jorge y a mi prima Karla por atreverse a soñar que su relación puede ser diferente… espero que en verdad lo sea...